La relación entre lo que ponemos en el plato y cómo nos sentimos va mucho más allá de la salud física. Cada vez más estudios confirman que existe un puente directo entre el intestino y el cerebro: un sistema de comunicación en el que la microbiota intestinal ese universo de bacterias que habita en nuestro aparato digestivo juega un papel decisivo en la producción de neurotransmisores que regulan el ánimo, el sueño y hasta nuestra manera de reaccionar ante el estrés.
“Las emociones no dependen solo de lo que nos pasa, también de lo que comemos”, explica Ana Altamirano, nutricionista de Vita Alimentos. Según la especialista, una dieta rica en fibra, proteínas, vitaminas y probióticos no solo nutre el cuerpo: también ayuda a estabilizar el ánimo y prevenir desequilibrios emocionales.

El intestino: un aliado silencioso del buen ánimo
Más del 90 % de la serotonina conocida como la “hormona de la felicidad” se produce en el intestino. Para lograrlo, el cuerpo necesita de una microbiota equilibrada y nutrientes como triptófano, magnesio y vitaminas del complejo B. Consumir yogur y alimentos fermentados aporta probióticos que fortalecen esta flora intestinal, y combinarlos con fibra (frutas, avena, chía) potencia este efecto simbiótico. Así, se favorece la producción de serotonina y melatonina, claves para el sueño y la estabilidad emocional.
La dieta como barrera frente a la ansiedad y la fatiga
Cuando faltan nutrientes esenciales como vitamina B12, hierro u omega 3, la energía se desploma y aparecen irritabilidad, dificultad para concentrarse y cambios de humor. Por el contrario, una alimentación que incluya lácteos, pescado azul, nueces y semillas contribuye a mantener el cerebro activo y el ánimo en equilibrio. Los ultraprocesados y el exceso de azúcares, en cambio, alteran la microbiota y desestabilizan el sistema nervioso.
Dormir mejor empieza en la mesa
La comida también se relaciona con el descanso. Desayunos que mezclen proteína, fibra y grasas saludables ayudan a regular la glucosa y a mantener la energía estable durante el día. La leche y el yogur, al aportar triptófano, favorecen la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño. Y la caseína de la leche prolonga la saciedad, evitando comer por ansiedad.
Más allá de los nutrientes: hábitos que suman
Comer de manera consciente y equilibrada es solo parte del camino. Altamirano recomienda ajustar la dieta a cada etapa de la vida, dormir bien, hacer actividad física para liberar endorfinas y, sobre todo, reducir los ultraprocesados. “La combinación de alimentos frescos y hábitos saludables crea un círculo virtuoso para el bienestar emocional”, señala.
Cuidar el cuerpo desde el plato es también cuidar la mente. Una dieta variada que incluya lácteos, frutas, verduras, cereales integrales, grasas saludables y alimentos fermentados no solo aporta nutrientes: puede convertirse en una herramienta poderosa para regular el ánimo, mejorar el sueño y encontrar equilibrio en medio de la vida diaria.
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