El entusiasmo con que muchas empresas abrazaron la idea de reemplazar a sus trabajadores por inteligencia artificial comienza a desvanecerse. La promesa de eficiencia ilimitada y bajos costos ha chocado con la realidad: la tecnología, por sí sola, no alcanza los estándares de calidad que exige el mercado. Como resultado, cada vez más compañías están recurriendo nuevamente a los humanos, no solo para aportar creatividad y criterio, sino también para reparar los errores que deja tras de sí la automatización.
Este fenómeno ha generado una nueva categoría de empleos, muchas veces mal pagados y poco reconocidos: los llamados “reparadores” de la IA. Se trata de profesionales que deben “humanizar” textos, imágenes y programas producidos por algoritmos que, en teoría, estaban diseñados para sustituirlos.

Los humanos, imprescindibles para corregir a la IA
En declaraciones a NBC News, la ilustradora Lisa Carstens explicó que gran parte de su trabajo actual consiste en rehacer logotipos creados por inteligencia artificial que no cumplen las expectativas de los clientes. “Algunos llegan conscientes de que la IA no es perfecta, otros vienen frustrados. Hay que ser empático y luego corregir el diseño”, señaló.
A veces solo recibe material que requiere ajustes menores, pero en muchos casos debe redibujar todo desde cero, lo que paradójicamente termina consumiendo más tiempo que si hubiese creado la pieza manualmente.
La situación se repite en el mundo de la escritura. Kiesha Richardson, redactora independiente, asegura que la mitad de los encargos que recibe actualmente provienen de clientes que buscan transformar textos generados por IA en algo más natural y legible. “Me toca eliminar frases repetitivas, corregir datos imprecisos y darles vida a textos planos. Es un trabajo que demanda tanto esfuerzo como escribir desde cero, pero muchas veces lo pagan como si fuera una simple edición rápida”, lamenta.
Programación y el espejismo del “código automático”
El ámbito tecnológico tampoco escapa a esta paradoja. Harsh Kumar, desarrollador de software, cuenta que cada vez más empresas prueban lo que él llama “vibe coding”: pedirle a la IA programas completos a partir de instrucciones vagas. El resultado, en la mayoría de los casos, son proyectos plagados de errores o riesgos de seguridad que tarde o temprano requieren la intervención de un especialista humano.
Entre sus experiencias más frecuentes está corregir chatbots que filtran información sensible, algoritmos de recomendación que fallan en el análisis de datos y sistemas que, en lugar de optimizar procesos, los vuelven más vulnerables. “Al final, los humanos seguimos siendo imprescindibles, porque fuimos nosotros quienes desarrollamos la IA”, reflexiona Kumar.
La paradoja del presente laboral
Este escenario pone en evidencia una contradicción: mientras la automatización se presenta como una estrategia para reducir gastos, la práctica demuestra que el costo de corregir a la IA termina dependiendo del factor humano. Sin embargo, estos trabajos suelen ser peor remunerados y más invisibles que los roles tradicionales.
Lejos de quedar obsoletos, los trabajadores están demostrando que poseen algo que la inteligencia artificial aún no puede replicar: criterio, intuición y la capacidad de comprender el contexto. En palabras simples, la tecnología necesita de los humanos para ser útil, segura y relevante.
Volver a mirar lo esencial
La creciente dependencia de los “arregladores” de IA revela que el sueño de sustituir completamente a las personas aún está lejos de cumplirse. La experiencia demuestra que, sin la mirada crítica y la creatividad humana, la producción digital corre el riesgo de ser superficial, defectuosa e incluso peligrosa.
En un mundo donde las máquinas prometen eficiencia, la realidad está recordando algo fundamental: el trabajo humano sigue siendo insustituible, no solo por lo que produce, sino por el valor, la empatía y el sentido que aporta a cada tarea.
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