Cantar es medicina para el alma… y para el cerebro también
Cantar es medicina para el alma… y para el cerebro también
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Cantar, escuchar música o componer no son solo actividades recreativas: son poderosas herramientas para cuidar la salud mental, estimular el cerebro y fortalecer las relaciones humanas. La música, más allá de un talento reservado a profesionales o artistas, es una experiencia universal con efectos profundos en la mente y el cuerpo.

Una dosis de bienestar en cada nota

Numerosos estudios respaldan lo que muchos intuyen al tararear su canción favorita: la música puede transformar nuestro estado emocional, aliviar tensiones y mejorar la percepción del bienestar general. Ya sea que cantes a todo pulmón en el auto, te aventures en un karaoke o simplemente escuches una melodía que te conmueve, tu cerebro reacciona liberando dopamina, el neurotransmisor vinculado al placer y la motivación.

Daniel Levitin, experto en neurociencia musical, explica que interactuar con la música ayuda a regular emociones y mejorar la forma en que nos comunicamos con los demás. No se trata de tener una voz perfecta ni de ser un músico virtuoso: como sucede con el ejercicio físico, lo que realmente importa es involucrarse, practicar y disfrutar del proceso.

Hacer música: una experiencia activa que fortalece la mente

Cuando pasamos de oyentes a protagonistas musicales, cantando, tocando instrumentos o componiendo se activa un nivel superior de participación cerebral. Estudios recientes señalan que esta actividad impulsa habilidades cognitivas como la atención, la memoria auditiva y la flexibilidad mental, al tiempo que reduce síntomas de ansiedad o depresión.

Investigaciones aplicadas en personas mayores revelan que tocar piano, por ejemplo, puede aumentar la materia gris del cerebro y mejorar la memoria de trabajo. A largo plazo, comprometerse con una práctica musical contribuye a la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones, una función clave durante el envejecimiento.

Cantar en grupo: conexión emocional y química social

La música compartida multiplica los beneficios individuales. Participar en un coro, tocar en una banda o simplemente cantar con amigos produce efectos fisiológicos que van más allá del placer musical. Estudios muestran que hacer música en grupo reduce los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y promueve la liberación de oxitocina, sustancia que fomenta la confianza y los vínculos sociales.

El resultado es una experiencia de conexión emocional profunda que refuerza el sentido de pertenencia y comunidad. Tocar ritmos en sincronía o cantar una misma melodía puede generar una sensación de unión casi instantánea entre personas, incluso si apenas se conocen.

¿Por dónde empezar? Nunca es tarde para dejarse llevar por la música

Una de las mayores virtudes de la música es su accesibilidad. No hay edad, género ni experiencia que limite su práctica. Cualquier momento es bueno para empezar: escuchar tu lista favorita, cantar en la ducha o aprender a tocar un instrumento sencillo puede ser el primer paso.

Para quienes buscan socializar, integrarse a espacios musicales colectivos, como coros comunitarios, grupos de percusión o talleres, puede ser una excelente manera de cultivar amistades mientras se fortalecen la mente y el corazón.

Lo importante no es alcanzar la perfección técnica, sino permitirte vivir la música desde el goce, la libertad y la expresión personal. A fin de cuentas, cantar no solo alegra el alma: también es medicina para el cerebro.

Este artículo fue publicado originalmente en Infobae y está protegido por derechos de autor. Todos los derechos reservados a Infobae. Puedes consultar el artículo original en su (https://www.infoabe.com).